lo que ellos no ven
La gente pasa por delante de un edificio que la semana pasada estaba en estructura y han comenzado a hacer los cerramientos.
Llevaba meses acusando la presión, y mi equipo empezaba a cansarse de mi impaciencia, mis respuestas cortantes, mi silencio.
Una mañana de abril, tomando café con el que estaba a punto de dejar de ser mi jefe, descubrí de pronto una convicción que tenía sin saberlo.
Con el tiempo me di cuenta de que no sólo me servía para tomar decisiones sobre mi carrera profesional. También sirve para valorar la relación con otros.
Un momento difícil
Llevaba meses acusando la presión, y mi equipo empezaba a cansarse de mi impaciencia, mis respuestas cortantes, mi silencio.
También se notaba la falta de alguien que les echara una mano para resolverles dudas y hacerles sugerencias. Ya no teníamos aquellas reuniones informales de los lunes, en la que dábamos un repaso rápido al trabajo que teníamos entre manos y surgían sinergias de forma espontánea. Eran jefes de obra muy jóvenes y la rehabilitación de edificios es una disciplina que requiere sobre todo experiencia, pero no les faltaban ganas y el ambiente era de colaboración.
Después de todo, éramos un pequeño grupo destacado en Málaga y un poco abandonados a nuestra suerte, con una oficina/almacén a nuestra disposición y obras repartidas por todo el centro histórico.
Me encantaba aquel trabajo. Estaba haciendo lo que me gustaba y me habían ascendido en poco tiempo para supervisar las obras de los demás mientras llevaba de forma directa la rehabilitación de un edificio para hacer un hotel, que era la más compleja.
Trabajaba muchas horas sin quejarme porque había decidido que en aquel lugar iba a aprender cosas que necesitaba para evolucionar, y creo que fue la decisión correcta.
Pero por razones que sería muy largo explicar aquí, el reto era demasiado difícil y la presión se hacía sentir cada día, hasta que me llamaron a la central regional: Ven a Sevilla esta tarde, vamos a tener una reunión.
Tenemos que hablar
Acudí a rendir cuentas, pero posiblemente era tarde: reproches, más presión, que si los números no nos van a cuadrar… les expliqué que estaba defendiendo un presupuesto y unos tiempos que no había acordado yo, que no me estaban dando soporte técnico como se suponía que debían hacer. Al final opté por callarme y soportar la reprimenda, cansado.
Esa noche, mientras me duchaba decidí que lo dejaba. Se acabó.
Durante una semana contacté con algunas empresas, una de ellas me ofreció un buen puesto y tenía proyectos interesantes. Cerramos un acuerdo para comenzar en 15 días.
Al día siguiente me reuní con mi superior inmediato para comentarle mi decisión, y la respuesta inmediata fue:
“si es por dinero podemos arreglarlo”
No tuve que pensar la respuesta, salió sola como si la hubiera ensayado:
“nunca he aceptado ni dejado un trabajo por dinero”
A día de hoy sigo pensando lo mismo. Es más, me di cuenta de que es algo muy común
La cantidad de dinero que pagas no debe ser el criterio principal
Si tus colaboradores aceptan trabajar contigo o se van y el único motivo es el dinero, mal asunto. Esto vale tanto para tus trabajadores como para las empresas que contratas de forma habitual.
Existen unos mínimos, naturalmente, pero por encima de ese nivel hay otros factores que influyen en la continuidad de la relación profesional.
Si no están percibiendo otras cosas más intangibles (desarrollo profesional, posibilidad de crecer, contactos, buen ambiente o formar parte de algo que les motiva, por ejemplo), el acuerdo es provisional. O es inestable, que es peor.
En el entorno de la prestación de servicios se dice que es más importante conservar a los usuarios que captar otros nuevos, entre otras cosas porque es más barato (esto al parecer no lo saben las compañías telefónicas que siguen haciendo ofertas exclusivas para los que llegan e ignoran a los que llevan años pagando)
Piensa en cuántas veces has visto que una persona (o una empresa) a la que habías captado sólo por pagarle más, se va cuando aparece otro que mejora la oferta.
En el extremo opuesto, elegir a alguien sólo por ser el más barato suele terminar mal. Estoy seguro de que has tenido experiencias sobre esto también.
El dinero es importante, pero rara vez es lo único que importa
Úsalo como lo que es, una herramienta. Puede ser una palanca, empléalo bien. Pero hay mucho más.
Recuerda que estás en un negocio de personas. Todos los negocios lo son
Se nos olvida, y cuando trabajamos con una subcontrata pensamos que estamos tratando con una empresa, pero no es así
Evidentemente, de cara a los términos legales, las facturas y todo eso, hablamos de empresas, pero no deja de ser una abstracción
En el día a día, cuando hablas con el departamento de logística, con el comercial, con facturación o con el encargado de realizar los trabajos, estás tratando con personas
Si quieres entenderte con las empresas con las que colaboras, tienes que entender a las personas
Y para crecer como profesional y hacer bien tu trabajo, no tienes más remedio que aplicar esto cada día
Ya sabes, nosotros te echamos una mano si lo necesitas